lunes, 29 de agosto de 2016

INTERNACIÓN DE MAYO, 2016



Cuando las cosas son sorpresivas parece que tienen un efecto mayor. Fue mucho stress antes, durante y después. Vivir en un sanatorio quince días no es agradable. No tener aire natural, gente que entra y sale todo el tiempo. Explicar veinte veces lo mismo. Aunque es necesario y benéfico, no deja de ser difícil. Resumir las partes más álgidas de la historia de Juan en cinco o diez minutos personalizados según quien pregunte. La energía de ahí adentro es fulminante. O la falta de ella. Uno puede llegar con todas las pilas y de a poquito se va desinflando hasta que a última hora termina hecho una piltrafa, un pálida sombra de lo que entró. Juan Pedro es tan decidido y le pone tanta onda que hace que todo sea sencillo. Hasta me decía que me preocupaba demasiado. El miércoles que trataron de ponerle una vía percutánea fue fatídico. Una mañana larguísima y ya ni me acuerdo cuantas enfermeras. Yo ya les había dicho que tenía las venitas difíciles y que para mi era mejor ir llevándolo con vías periféricas aunque se las tuvieran que cambiar seguido. Ellos insistieron en que una percutánea era mejor y la mar en coche. Hasta que como a las dos de la tarde desistieron. Lo más increíble es que Juan bromeaba todo el tiempo. Puteaba junto con Christian y la enfermera (todos tenían permiso) cuando no se podía en un intento. Aunque quedó dolorido en algunas zonas por varios días, él decía que parecía una escena de creo que “El halcón negro”, cuando operan a un soldado con una linterna y sin anestesia. Se divertía y preguntaba todo, como siempre. Para qué es esto, para qué es aquello.

Lo mejor fue todas las visitas que tuvo.Fueron los compañeros de rugby y los entrenadores todos , varias veces. Uno de ellos que juega en la misma posición que Juan, le llevó de regalo la camiseta que usó el día que debutó en primera. Fue muy conmovedor ver  esa nobleza con tanta naturalidad. Se sacaron doscientos millones de fotos. Juan agendaba las visitas de la mañana y de la tarde y se entretenía con eso. Con encargar su “menú gourmet” a las nutricionistas (tenía pedidos especiales y permitidos) y con toda la tecnología habida y por haber. El hizo todo sencillo y divertido. Recién los últimos días después que falleció su abuelo se le hicieron un poco más cuesta arriba y ya quería volver a casa. Pero nunca se quejó ni se pudo fastidioso. Los compañeros del cole también fueron. Los más amigos y las chicas le llevaban chocolates y papas fritas. Franco, el director también fue varias veces. Siempre dice que lo quiere como a un hijo y la verdad es que se notó. Una vez llegó con uno de los sacerdotes y se divirtieron mucho porque lo encontraron en la habitación bailando con los auriculares. Otra vez fue con Rafael el profesor de música y se quedaron toda la tarde. No solo se entretuvo Juan sino yo también. Hablamos mucho de muchísimas cosas. Juan siempre los sorprende con su elocuencia y sus ocurrencias. Fue una tarde muy particular y la vamos a recordar siempre. Por las mañanas Chris lo hacía entrenar con la pelota de rugby. Piques dentro de la habitación, abdominales, flexiones. Cuando yo llegaba y lo veía revoleando la vía para todos lados ponía el grito en el cielo y él me decía “mamá sos una exagerada, no pasa nada, te preocupás demasiado”.

A mi se me hizo mucho más difícil que a él aunque no se notara. Pero con verlo y escucharlo me animaba más y hasta me divertía. Para mi lo mejor fue volver a ver a las enfermeras más queridas: Alejandra, Alicia , Fabiana y Fernanda. Todas las demás y los médicos de aquella época en el otro Trinidad, el de Fleming se acordaban de nosotros. Las noches que me quedaba a dormir, me levantaba muy temprano, como a las seis. Sabía que a las siete ya empezaban a entrar. Alicia me traía gel refrigerante para atenuar las ojeras y nos reíamos con truquitos de belleza que nos pasábamos y mirando alguna foto. Fabiana venía todas las tardes que podía a darnos un beso aún si no le tocaba con Juan. Las noches que dormía en casa estaba todo frío, silencioso y me daba como mucha ansiedad estar lejos.  Así que de verdad casi  no sé que prefería. En esos días también tenía que entregar en grupo  el diseño de vestuario para un concurso en el Colón, para la ópera de fin de año. Creo que de algún modo seguir trabajando en eso fue como mi jardín, mi spa, mi terapia. Lo que me salvó un poco, y me conectó de a ratos conmigo. La verdad es que anduve la mayor parte del tiempo como en piloto automático. Un poco apática, salvo algunos momentos. Enfocada en lo que había que hacer. En esas circunstancias por lo menos yo no he logrado asimilar ni reflexionar nada. Es como un modo de emergencia. Supongo que los sentimientos y emociones deben quedar como desbordados entonces se neutralizan o bloquean como instinto de supervivencia. Funciona más la lucidez mental que es quien guía, por suerte. Visto así en realidad parece un sistema adecuado por lo necesario y las prioridades.

Todo este mundo aparte del mundo, como quince días suspendidos en el tiempo, para nada. El tratamiento no resultó efectivo. A la semana que salió, se vio que tenía neumonía lo cual hace pensar en una bacteria intrahospitalaria. Los chequeos y estudios que se suponía que le iban a hacer, no se hicieron. Los controles de glucemia fueron muy dudosos (las indicaciones pueden estar bien escritas pero si no se aplican correctamente, no sirven) . El cultivo de la semana pasada confirmó que la pseudomona sigue estando ahí por tercer resultado consecutivo desde febrero a la fecha.

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