Cuando las cosas son sorpresivas
parece que tienen un efecto mayor. Fue mucho stress antes, durante y después.
Vivir en un sanatorio quince días no es agradable. No tener aire natural, gente
que entra y sale todo el tiempo. Explicar veinte veces lo mismo. Aunque es
necesario y benéfico, no deja de ser difícil. Resumir las partes más álgidas de
la historia de Juan en cinco o diez minutos personalizados según quien
pregunte. La energía de ahí adentro es fulminante. O la falta de ella. Uno
puede llegar con todas las pilas y de a poquito se va desinflando hasta que a
última hora termina hecho una piltrafa, un pálida sombra de lo que entró. Juan
Pedro es tan decidido y le pone tanta onda que hace que todo sea sencillo.
Hasta me decía que me preocupaba demasiado. El miércoles que trataron de
ponerle una vía percutánea fue fatídico. Una mañana larguísima y ya ni
me acuerdo cuantas enfermeras. Yo ya les había dicho que tenía las venitas
difíciles y que para mi era mejor ir llevándolo con vías periféricas aunque se
las tuvieran que cambiar seguido. Ellos insistieron en que una percutánea era
mejor y la mar en coche. Hasta que como a las dos de la tarde desistieron. Lo más
increíble es que Juan bromeaba todo el tiempo. Puteaba junto con Christian y la
enfermera (todos tenían permiso) cuando no se podía en un intento. Aunque quedó
dolorido en algunas zonas por varios días, él decía que parecía una escena de
creo que “El halcón negro”, cuando operan a un soldado con una linterna y sin
anestesia. Se divertía y preguntaba todo, como siempre. Para qué es esto, para qué es aquello.
Lo mejor fue todas las visitas
que tuvo.Fueron los compañeros de rugby y los entrenadores todos , varias
veces. Uno de ellos que juega en la misma posición que Juan, le llevó de regalo
la camiseta que usó el día que debutó en primera. Fue muy conmovedor ver esa
nobleza con tanta naturalidad. Se
sacaron doscientos millones de fotos. Juan agendaba las visitas de la mañana y
de la tarde y se entretenía con eso. Con encargar su “menú gourmet” a las
nutricionistas (tenía pedidos especiales y permitidos) y con toda la tecnología
habida y por haber. El hizo todo sencillo y divertido. Recién los últimos días
después que falleció su abuelo se le hicieron un poco más cuesta arriba y ya
quería volver a casa. Pero nunca se quejó ni se pudo fastidioso. Los compañeros
del cole también fueron. Los más amigos y las chicas le llevaban chocolates y
papas fritas. Franco, el director también fue varias veces. Siempre dice que lo
quiere como a un hijo y la verdad es que se notó. Una vez llegó con uno de los
sacerdotes y se divirtieron mucho porque lo encontraron en la habitación
bailando con los auriculares. Otra vez fue con Rafael el profesor de música y
se quedaron toda la tarde. No solo se entretuvo Juan sino yo también. Hablamos
mucho de muchísimas cosas. Juan siempre los sorprende con su elocuencia y sus
ocurrencias. Fue una tarde muy particular y la vamos a recordar siempre. Por
las mañanas Chris lo hacía entrenar con la pelota de rugby. Piques dentro de la
habitación, abdominales, flexiones. Cuando yo llegaba y lo veía revoleando la
vía para todos lados ponía el grito en el cielo y él me decía “mamá sos una
exagerada, no pasa nada, te preocupás demasiado”.
A mi se me hizo mucho más difícil
que a él aunque no se notara. Pero con verlo y escucharlo me animaba más y
hasta me divertía. Para mi lo mejor fue volver a ver a las enfermeras más
queridas: Alejandra, Alicia , Fabiana y Fernanda. Todas las demás y los médicos
de aquella época en el otro Trinidad, el de Fleming se acordaban de
nosotros. Las noches que me quedaba a dormir, me levantaba muy temprano, como a las
seis. Sabía que a las siete ya empezaban a entrar. Alicia me traía gel
refrigerante para atenuar las ojeras y nos reíamos con truquitos de belleza que
nos pasábamos y mirando alguna foto. Fabiana venía todas las tardes que podía a
darnos un beso aún si no le tocaba con Juan. Las noches que dormía en casa
estaba todo frío, silencioso y me daba como mucha ansiedad estar lejos. Así que de verdad casi no sé que prefería. En esos días también tenía
que entregar en grupo el diseño de
vestuario para un concurso en el Colón, para la ópera de fin de año. Creo que
de algún modo seguir trabajando en eso fue como mi jardín, mi spa, mi terapia. Lo que me salvó un poco,
y me conectó de a ratos conmigo. La verdad es que anduve la mayor parte del tiempo
como en piloto automático. Un poco apática, salvo algunos momentos. Enfocada en lo que había que hacer. En esas circunstancias por lo menos yo no
he logrado asimilar ni reflexionar nada. Es como un modo de emergencia. Supongo que los sentimientos y emociones deben quedar como desbordados entonces se neutralizan o bloquean como instinto de supervivencia. Funciona más la lucidez mental que es quien guía, por suerte. Visto así en realidad parece un sistema adecuado por lo necesario y las prioridades.
Todo este mundo aparte del mundo,
como quince días suspendidos en el tiempo, para nada. El tratamiento no resultó
efectivo. A la semana que salió, se vio que tenía neumonía lo cual hace pensar
en una bacteria intrahospitalaria. Los chequeos y estudios que se suponía que
le iban a hacer, no se hicieron. Los controles de glucemia fueron muy dudosos (las indicaciones pueden estar bien escritas pero si no se aplican
correctamente, no sirven) . El cultivo de la semana pasada confirmó que la
pseudomona sigue estando ahí por tercer resultado consecutivo desde febrero a
la fecha.
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